UNA FESTIVIDAD CASI OLVIDADA: “TU BEAV”, DÍA DEL AMOR Por Moshé Korin Se celebraba antiguamente en Israel, el día 15 del mes de Av (en el año 2007 es el 30 de Julio). Se conoce como “Tu Beav”, ya que las dos letras hebreas que forman la sigla “Tu” suman un valor numérico de 15. Tenía esa celebración un carácter muy particular: En sus expresiones se mezclaban motivos nacional-religiosos, sociales y de las tareas agrícolas. A través de las generaciones, fue cayendo en el olvido. Sólo un eco lejano llegó hasta nuestros días, en la gran cantidad de ceremonias de casamiento que suelen efectuarse en esa fecha.
Nuestras fuentes literarias no nos explican la esencia de la festividad; sí nos ofrecen su descripción: Dijo Rabán Shimón ben Gamliel: “No tuvo Israel festividades comparables a la de Jamishá Asar Beav (el día 15 del mes de Av) y la de Iom Hakipurim (después del ayuno); en las cuales las jóvenes de Jerusalem salían vestidas de blanco con ropas prestadas, para no avergonzar a las que no las tenían mejores; y salían las jóvenes de Jerusalem a danzar en las viñas”. (“Mishná”, “Taanit” IV, 7). Y anteriormente, en el “Cantar de los Cantares” bíblico (VII, 12-13), leemos: “Ven, amado mío, salgamos al campo... a las viñas...”. También en el Libro de los Jueces (XXI, 19-21), se hace referencia a una festividad de muy antigua data, en la ciudad de Shiló, en la que año tras año las muchachas del lugar salían a las viñas con sus danzas. En la Israel de hoy En la Israel de nuestro tiempo, la festividad que nos ocupa ha recibido un nuevo nombre: la “Fiesta del Amor” . Se caracteriza por la gran cantidad de casamientos que en ella se celebran. Es el día en que se presentan espectáculos para jóvenes bajo la bóveda del cielo, a la luz de la luna. Las parejas son agasajadas y reciben obsequios. Se acostumbra a bailar. Reglas para el amor Con motivo del 15 de Av (“Tu beav”) salió al mercado un libro de obsequio pequeño y entrañable que intenta enseñarnos cómo mejorar nuestra vida de pareja. El libro se llama “Las diez reglas para las relaciones”, y fue escrito por la Dra. Kathrin Cardinal, consejera de parejas de California. Cardinal sostiene que en la era moderna y tecnológica, en la cual es posible comunicarse en forma electrónica con todo el mundo en cuestión de segundos, nuestra capacidad de comunicarnos de verdad, de establecer una comunicación auténtica con personas que se encuentran en nuestro entorno inmediato, va en disminución. En el libro propone diez reglas que habrán de sanear nuestras relaciones y mejorarlas. - Regla número 1: consoliden la relación sobre un suelo firme. A fin de obtener la sensación de estabilidad, fidelidad, resistencia de la relación ante las crisis, es preciso construir una relación sobre una base sólida y estable. A tal fin, se necesitan cuatro cosas: comunicación (dedicar tiempo a conversar, escuchar, expresar necesidades y sentimientos, no lastimar, no juzgar); compromiso (comprensión de que ambos miembros de la pareja están mutuamente comprometidos y no abandonarán el buque en momentos de dificultad); una cosmovisión compartida (no tiene que ser totalmente igual, sino bastante parecida) y confianza (la capacidad de ser uno mismo, sin tener la sensación de ser juzgado, criticado o visto con suspicacia). El amor, afirma la autora, se encuentra en cada uno de estos cuatro componentes.
- Regla número 2: muéstrense tolerantes frente a las carencias de vuestra pareja. Al comienzo de la relación, todo en la pareja parece perfecto; mas con el tiempo salen a la luz los defectos, y cada uno comprende que “aun la rosa más bella tiene sus espinas”.
Debemos aprender a amar a las personas, incluso cuando no son exactamente perfectas, afirma la Dra. Cardinal. Para eso es necesario diferenciar entre las carencias que podamos aceptar con amor y aquellas que son críticas, que no podremos tolerar. Si se sabe esto de antemano, se puede evitar entablar una relación con una pareja que tiene alguna carencia que resulta crítica a nuestros ojos. A veces estas carencias salen a la luz con el tiempo, y entonces hay que decidir si separarse o intentar conversar las cosas y ver si es posible cambiarlas. - Regla número 3: definan vuestras funciones de manera clara. Por lo general, la necesidad primera del varón es sentirse “respetado”, y la de la mujer, “amada y protegida”. Obviamente, se pueden invertir estos roles; pero lo que importa es que la asignación de los mismos se haga en forma consciente, y que sea acordada entre ambas partes, de modo de evitar luchas por el poder o una sensación de vulnerabilidad y falta de seguridad.
- Regla número 4: no miren hacia el pasado. Nuestra conducta actual se origina en más de una ocasión en acontecimientos de nuestro pasado (traumas vinculados a los progenitores, hermanos, amigos, maestros u otras personas allegadas). El hecho del pasado influye sobre nuestra percepción del presente, la deforma y nos lleva a cometer errores de juicio y reacción. Generalmente no somos conscientes de esta influencia; por ende, si se descubren reaccionando de una manera irracional ante determinadas situaciones, vale la pena consultar a un psicólogo y comprender cuál es el hecho lejano que ocasiona esto. Desde el momento en que existe la conciencia, el comportamiento cambia; en el momento en que se remueven los enojos del pasado, el presente y el futuro son mejores y más optimistas.
- Regla número 5: aprendan a escuchar. Toda persona escucha a otra a través de “filtros” o “máscaras” que creamos con los años. El problema es que dichos filtros alteran la información que captamos. Por ejemplo, si su pareja les dice: “pienso que la olla grande sería mejor para cocinar pasta”, y a ustedes les suena como “usa la olla grande, pedazo de idiota”, cabe suponer que a ustedes frecuentemente los llamaban idiotas durante vuestra infancia. Sólo cuando se escucha sin filtro, podemos oír lo que se dice de verdad. Por lo tanto, es necesario adoptar una forma empática y considerada para escuchar a la pareja, procurando oír qué dice verdaderamente, y no aquello que nos parece que dijo.
- Regla número 6: libérense de la furia. Los pequeños desbordes de furia son naturales en una relación; ello no obstante, cuando se trata de desbordes de furia intensos, causan un daño que, en ocasiones, no es posible reparar. Las parejas que experimentan tales desbordes deben recurrir a un tratamiento. Otras, que deseen evitar llegar a una situación semejante, deben saber hablar el uno con el otro sin endilgarse culpas, reproches o buscar defectos. Es necesario crear un “espacio seguro”, en el cual se pueda decir la verdad sin temor.
- Regla número 7: no codicien el césped del vecino. La envidia por las cosas que tienen los demás, o que nosotros creemos que tienen, es un problema frecuente. La envidia nos hace ver la realidad de manera deformada. El hombre alto de ojos bonitos nos parece un príncipe encantador al lado de un marido bajo y calvo. La mujer con grandes habilidades culinarias de un compañero de trabajo parece una diosa en comparación con una esposa que no sabe cocinar. En casos semejantes, no vemos los defectos y carencias que sí existen en aquellas mismas personas, y vivimos con una sensación de desdicha con relación a nuestras parejas. Un único compañero no puede contener dentro de sí todas las cualidades ideales que nosotros quisiéramos, pero debemos aprender a valorar lo bueno que hay en él, disfrutar de sus buenas cualidades, y recordar la diferencia entre fantasía y realidad.
- Regla número 8: estén de acuerdo con no estar de acuerdo. No podemos evitar las diferencias de opinión, pero debemos aprender a controlarlas. Toda persona debe preservar su propio “yo”, y al mismo tiempo respetar la sensación de yo de la pareja. Si alguno de los miembros de la pareja con frecuencia renuncia, transige y anula sus deseos ante la voluntad del otro, se encontrará finalmente frustrado y enojado. Las diferencias de opinión y los conflictos son parte integral de una relación sana, y frente a ellos hay que mostrarse tolerante y comprender que cada cual tiene derecho a sostener su opinión. Si existe respeto mutuo entre los miembros de la pareja, no temerán pelearse y discutir, expresar puntos de vista opuestos y, al mismo tiempo, seguir apoyándose y amándose.
- Regla número 9: déjense guiar por sus deseos. A menudo las personas comienzan las relaciones con grandes esperanzas, una emoción intensa y la expectativa de concretar un sueño. Con el tiempo, la vida se encarrila; es necesario hacer frente a la rutina, los hijos, el dinero, la familia, y la pasión desaparece. Muchas personas se sienten decepcionadas a raíz de esto, y la dinámica de pareja se resiente. Pero se puede reavivar el fuego inicial, restituir la armonía y el respeto mutuo, y devolver el deseo a la vida. A tal efecto es importante que cada miembro de la pareja se desarrolle, no pierda sus deseos interiores, pueda experimentar felicidad y realización a partir de un pasatiempo o del trabajo, y no sólo de la relación.
En cada uno de nosotros existe una parte que nos pertenece solamente a nosotros, y debemos cuidarla y desarrollarla, expresar nuestros talentos naturales. Si cada uno de los miembros de la pareja sabe reconocer su deseo interior y cultivarlo, la relación mutua habrá de salir fortalecida. - Regla número 10: acepten la vida tal como es. Existe en las personas una capacidad innata para recuperarse, renovarse, permanecer en movimiento contra todas las probabilidades, de florecer a pesar de todos los obstáculos. Hay personas que son así por naturaleza, y otras que deben esforzarse más para serlo; pero en todo caso resulta conveniente adoptar una actitud positiva ante la vida, y entonces crecen nuestras posibilidades de lograr relaciones exitosas y saludables.
Se puede considerar la vida como una salida a unas largas vacaciones, en las cuales decidimos de antemano que vamos a pasarla bien y disfrutar, tanto si llueve como si se pierden las valijas. Hay que aprender a aceptar la vida tal como es, con lo bueno y lo malo que hay en ella. No se puede pedir que la situación cambie milagrosamente; hay que obtener el máximo de lo que el mundo tiene para ofrecernos, tomar la iniciativa, apañárselas; optar por pasos saludables; afrontar lo inesperado; agradecer por lo que se tiene y alentar a vuestra pareja a que haga lo propio. Dijo Rabí Aharón de Karlin: “Muy meritoria es la danza, pues al bailar, el ser humano se eleva un palmo por encima de lo terreno y se aproxima a Dios”. |