Por Rajel Hendler (Especial, desde Israel) En el seguno día de Pesaj se ofrecía la cebada recién cosechada al Señor. La medida agraria de la ofrenda estaba dada por el Omer. De ello deriva el nombre del tiempo de siete semanas, que se cuentan desde el día de Korbán Pesaj, hasta Shavuot, fiesta de Matán Torá, de la entrega de las Tablas de la Ley, de los Diez Mandamientos y de allí radica la solemnidad de estas siete semanas, y su festividad agrícola en su origen.
Pero, con el tiempo y el correr de la historia judía, el periodo de contar el Omer se convierte en época de duelo, de semiluto, a raíz de nefastos acontecimientos en la vida del pueblo judío. En consecuencia nace la fiesta de Lag Baomer. ¿Por qué se festeja –preguntamos- Lag Baomer, 33 días de contar el Omer? ¿Fiesta, acaso? ¿Qué singular acontecimiento, qué triunfo implica, qué progreso en el destino azaroso del pueblo se celebra? A los 33 días del segundo día de Pesaj y 17 antes de Matán Torá, para interrumpir el luto en la vida cotidiana del judío. Más triste cuando recorremos las páginas de nuestro pasado histórico. Lag Baomer es una pausa. Un día en que la epidemia no se cobró víctimas entre los alumnos de Rabi Akiva, en el siglo II de la era común, durante el dominio de los romanos; durante la lucha desesperada de los judíos por resistir, sobrevivir inmunes en su condición de hijos de Israel, fieles a su religión, ante la agresión del paganismo de las fuerzas del emperador Adriano. Años más tarde, en la Edad Media, también en ese periodo de siete semanas, las Cruzadas, en nombre del Reino de Dios y de la Salvación de Cristo, en nombre del “Ama a tu porójimo como a ti mismo”. Emprenden una de las cruentas matanzas de judíos. Lag Baomer significa en el calendario judío, un alto, se sigue conmemorando la pausa en la epidemia de los alumnos de Rabi Akiva, un día de no morir y celebrando Lag Baomer; este es el simbolismo de esa fecha. Porque a pesar de todo, Rabi Akiva sigue enseñando la Torá a sus alumnos aun desde la cárcel. Culminan los cincuenta días de contar el Omer con Jag Matán Torá con la entrega de las Tablas de la Ley que comprenden las normas básicas de conducta humanista, moral y universal. La primera parte se refiere a la relación del hombre con su Dios Unico, y la segunda a prescripciones morales de la vida social, de las relaciones humanas. Al respecto escribió Ben Gurión: “Nuestra condición de portadores de los Diez Mandamientos nos hará posible señalar al mundo una nueva senda, un derrotero de paz, de justicia y fraternidad, no en forma de prédica doctrinaria, sino como paradigma y ejemplo con nuestras vidas, nuestro régimen, nuestra conducta. Porque ésa es la misión de Israel”. Espero que hoy, en el siglo 21, hayamos logrado aprobar el examen anunciado y anhelado por Ben Gurión. Un lazo indisoluble, una real espina dorsal liga los hechos y periodos de nuestra vida como unidad, como nación, con muchos logros y muchos sufrimientos. Y como escribe Klausner en el prólogo de su libro “Pasión de Libertad”: “Betar cayó, terminó todo baluarte de soberanía concreto, pero vieron los romanos entonces que la rebelión no había sido sofocada. Quedaba el jefe espiritual, el príncipe de la Torá, el tanaíta Habi Akiva, que seguía conduciendo a su grey.” Siempre hubo y habrá, así rezamos, un Rabi Akiva y sus alumnos que nos liguen al pasado, a nuestra tradición y a nuestra soberanía como Estado de Israel. Sólo así nos llegarán los respladores de nuestro ayer unidos a nuestro hoy y nos darán fuerzas para enfrentar el mañana. Este es nuestro desafío permanente. |