Beirut, la otrora orgullosa y moderna capital del Líbano, volvió a sufrir en los últimos días el azote de la violencia fundamentalista, de la guerra, de la muerte en cada esquina.
Las razones aparecen claras, evidentes, si se mira hacia el movimiento fundamentalista Hezbollah, que en su feroz reacción ante un mínimo gesto de autoridad del gobierno libanés dejó en claro que considera a ese país como de su dominio indiscutible. Apoyado por Teherán, Hezbollah domina el Líbano con un objetivo concreto: destruir al Estado de Israel, al que su patrocinador iraní quiere ver “borrado del mapa” lo antes posible. Todo comenzó el jueves de la semana última, cuando el gobierno encabezado por Faud Siniora declaró ilegal la red de telecomunicaciones de Hezbollah y las cámaras de vigilancia que ese grupo había colocado en el aeropuerto de la capital libanesa. Acostumbrado a contar con un ejército paralelo en territorio libanés sin que nadie le objete nada, el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, consideró esta decisión como “una declaración de guerra” y ordenó iniciar ataques que costaron 13 muertos y decenas de heridos. El ataque de Hezbollah fue feroz y sin piedad hacia la población civil. Sus “militantes” tomaron el aeropuerto, los medios de comunicación, sitios estratégicos de Beirut. La mediación de países árabes y la presión internacional obligaron a Hezbollah a retirarse de la ciudad, pero los combates, al igual que la influencia de ese grupo en la vida política del Líbano, amenazan con retornar en cualquier momento. Ante esta situación extrema, Israel dio muestras de moderación. No intervino en el conflicto, pero dejó en claro que ha tomado medidas para protegerse de un eventual nuevo ataque del fundamentalismo hacia el norte del país. El viceministro de Defensa, Matan Vilnaí, afirmó a la radio del Ejército que “Israel está preparado por si la crisis del Líbano deriva en una nueva guerra civil” y que "necesitamos mantener nuestros ojos abiertos y ser especialmente delicados con todo lo que está ocurriendo allí", dijo. Vilnai dejó en claro que Hezbollah es sólo una de las dos caras del terrorismo en la región. "Israel está especialmente preocupado por la situación en el Líbano, sobre todo teniendo en cuenta el control que tiene Hamas sobre Gaza, ya que Hamas y Hezbollah, como aliados iraníes, son mutuamente dependientes", añadió. Hamas y Hezbollah son las dos caras de la misma moneda, sólo los diferencia el sitio en el que actúan. El dominio de Hamas en la Franja de Gaza también se logró combinando el triunfo electoral en las internas palestinas con la violencia y la ocupación del gobierno, que obligaron a los moderados encabezados por Abu Mazen a refugiarse y crear otra administración paralela en Cisjordania. ¿Cómo lograr el fin de la violencia y encarrilar el proceso de paz en estas condiciones? Hay quienes culpan a Estados Unidos (y por ende a Israel) por el estancamiento de las negociaciones, dado que tanto Hamas como Hezbollah están excluídos del diálogo. ¿Pero es que se puede dialogar con alguien que tiene un fusil en la mesa de negociaciones? ¿Es posible prometer paz si lo que se quiere, en realidad, es la destrucción física del adversario? Preguntas que, al menos por ahora, tienen un rotundo no como respuesta concreta por parte de Israel, que busca, como siempre lo ha hecho, la seguridad de sus habitantes por encima de cualquier especulación política. El proceso de paz tiene, además, un problema adicional, representado por las acusaciones judiciales que enfrenta el primer ministro israelí, Ehud Olmert, relacionadas con la financiación ilegal de su carrera política a fines de la década pasada. Más allá de la preocupación que genera el entuerto, queda claro (y así lo verbalizó el propio Presidente de los Estados Unidos) que el proceso de paz y el deseo de pacificación de Israel, exceden en mucho a las gestiones de una sola persona. Desde su creación, hace justo seis décadas, Israel ha tendido su mano fraterna hacia los países vecinos y los palestinos. Obtuvo, la mayoría de las veces, una declaración de guerra como respuesta, y estuvo obligado a defenderse para seguir existiendo y ser lo que es: el faro de progreso y democracia que ilumina al Medio Oriente. Hoy es Irán quien empuja a Hamas y Hezbollah a golpear a Israel. Como Egipto y Siria en la década del sesenta y setenta, Teherán tiene al Estado judío como principal objeto de odio. Una amenaza a la paz mundial que las naciones más desarrolladas del mundo han decidido frenar, más allá de las simpatías que despierte en los antisemitas y prejuiciosos de siempre. |