Por MOSHÉ
KORIN
Polonia, 1905. El judío polaco bajo
la dominación zarista es poco más que un esclavo. El proyecto de
una escuela polaca es, en esas circunstancias, una utopía. La
enseñanza es una tarea de compromiso revolucionario. Sin embargo,
hay espíritus libres que luchan por ella. Han sabido desenvolverse
y ocupar un pequeñísimo espacio de libertad, que la revolución y
las huelgas escolares habían conquistado para la causa de la
enseñanza. Los judíos asimilados tienen un programa para las masas
judías: elevarlas hasta un nivel cultural más alto a través de la
educación. El territorio de la educación es en esas
condiciones un espacio de conquista de la libertad. En ese
clima de opresión y antisemitismo, bulleron y se desarrollaron
ideas y prácticas pedagógicas innovadoras.
Hubo un hombre, en la Varsovia de ese tiempo, cuya vida y trayectoria peculiares se recortan de entre aquellos espíritus luchadores que forjaron la utopía pedagógica del siglo XX. Ese hombre fue Janusz Korczac. Judío polaco, asimilado, pedagogo y médico. Tales fueron las condiciones de una vida consagrada a una elevada misión: educar a los hijos de la miseria judía en el espíritu del progreso, en un clima de humanismo y espíritu polaco. Cuando Henrik Goldszmit (Varosvia 1878 – Treblinka 5 de agosto de 1942), siente el llamado de su vocación no sólo cambia su nombre por el seudónimo de Janusz Korczac. El llamado adquiere para él la fuerza de unaintimación ineludible; de allí en más, lo que sólo en apariencia podría verse como una limitación, es en realidad una suma de decisiones hacia un compromiso verdadero. La realidad corrige los sueños demasiado ambiciosos, ofreciendo otras vías de realización, más modestas pero más importantes y valiosas, tal como lo muestra en sus libros para niños. Quien fuera un entusiasta reformador social en sus años universitarios se dedicará, de ahora en más, exclusivamente a la tarea pedagógica. El escritor no se sentirá atraído por temas generales, sino que escribirá sólo sobre el niño y para los niños. El pediatra convencional se convertirá en un maestro dedicado a cuidar las oscilaciones y los ritmos cotidianos del organismo infantil. El hombre joven y encantador no consagrará sus sentimientos a una mujer sino al indefenso niño, al hijo de los otros: “Un esclavo no tiene derecho a tener hijos: lo asocié al judío polaco bajo la dominación zarista. Y de inmediato sentí como si me hubieran matado. Con decisión y firmeza conduje mi vida, aparentemente desordenada, solitaria y aislada. Elegí por hijo el ideal del trabajo al servicio del niño y de su causa. Aparentemente, he perdido”. Tenía razón Korczac. Su revolución se ha perdido sólo en apariencia. Sus ideas han trascendido y aún no hemos sacado de ellas todo el fruto que son capaces de dar. La lucha de Korczac era una lucha perdida sólo para algunas miradas; quizás porque era una lucha cotidiana, no la gran lucha. Alguien dijo alguna vez que el verdadero santo sólo es percibido después de su muerte: la humildad que le es propia se vuelve imperceptible en el carácter excepcional de su obra. Y si su muerte es heroica, como suele suceder con la muerte de los santos, y tal como sucedió con la del propio Korczac, irremediablemente su vida quedará teñida del tono épico de su fin. El último paseo de Korczac junto a sus niños no los condujo a la calma apacible del campo que tanto amaba, sino a Treblinka (Campo de Exterminio). Rechazó otro destino, que se le prometía como posible, por fidelidad a sus niños. Y si es posible suspender por un momento la conmoción y el estupor que semejante gesto provocan, podremos internarnos en la riqueza de sus ideas. Tal es el propósito de las líneas que se leerán a continuación. ¿PALABRAS O ACTOS? "De todos modos no seré literato, sino médico. La literatura significa sólo palabras mientras que la medicina representa actos". (Janusz, en el Colegio) Como se sabe, Korczac tuvo dos vocaciones: la literatura y la medicina. Ambas hallaron una adecuada síntesis en su labor de pedagogo: el amor a la dimensión estética de las palabras; el amor a la dimensión altruista de la ciencia. Una sensibilidad especial hacia las letras, pero también una necesidad imperiosa de acción lo impulsaron durante toda su vida. Las ideas del positivismo reinaban en el mundo de la ciencia europea de principios de siglo XX, momento en que se formó intelectualmente Janusz. Esas ideas y principios, que bebió durante su formación como médico, lo introdujeron en una especie de culto por las ciencias exactas, que no abandonó nunca: Korczac es uno de los padres de la ciencia pedagógica moderna. A él le debemos los educadores el espíritu científico que adquirió la pedagogía en sus escritos, en sus reflexiones, en su laboratorio. Porque todas las instancias educativas que organizó Korczac tuvieron para él un valor de experimento en el sentido más seriamente científico de la palabra: fueron instancias de observación, de deducción, de corrección, y de hallazgo. Por eso no dudó en dejar registro escrito de sus experiencias que, gracias a espíritus previsores, pudieron llegar hasta nosotros, atravesando el horror de la guerra que marcó su proyecto. Cuando la literatura adquiere la dimensión de testimonio, cuando comienza a ser un espejo de sus cavilaciones sobre la formación de los niños, el dilema que durante mucho tiempo acosó a Janusz concluye:ni médico, ni literato. De ahora en más, Korczac es un científico de la pedagogía. Su acción está orientada a la formación de las almas infantiles; su literatura - a dejar registro de sus experiencias. EL VIAJE. Viajó mucho a lo largo de su vida, sobre todo en sus años jóvenes. Lo apasionaba la posibilidad de conocer horizontes lejanos y otras realidades. Conoció Cracovia, Viena, Praga, Budapest, Merano, Roma, Nápoles, Mónaco, París, Londres, Berlín, Tel Aviv. Pero su objetivo no era meramente el del turista; viajar constituía para él, un aspecto esencial de su formación y aprendizaje: trabajó como médico militar, en distintos centros de educación, en hospitales; fue corresponsal de guerra. De estos años datan numerosas notas de carácter científico, periodístico y testimonial. Escribe copiosamente, quiere dejar registro de las impresiones que le van modificando el alma. Escribir lo ayuda también a apaciguar la nostalgia y el recuerdo de su tierra natal. Rememora, sobre todo, dos de sus grandes pasiones: el niño y la naturaleza. El niño de su ciudad y el campo polaco suscitan su ternura y su cariñosa añoranza. El sentimiento del retorno a la tierra, anida cada vez con mayor firmeza; la primera etapa del aprendizaje y la preparación ha concluido: Janusz está listo para iniciar su misión. EL EMBRUJO DE LA ESCRITURA. Escribir es para él una actividad que lo acompañó siempre. Korczac es inimaginable sin su producción escrita. Abordó los más diversos géneros: científicos, literarios, ensayísticos, periodísticos. La práctica de la escritura no estuvo jamás en él ligada a los valores transcendentes de éxito o reconocimiento público, sino que fue una herramienta de trabajo, un auxiliar del pensamiento. En muchas ocasiones la necesidad de escribir fue para él más fuerte que el cansancio o el sentido mismo de la realidad: escribía, como embrujado, aprovechando incluso los breves descansos de pocas horas. Desde la cama de un niño, en el hospital, corría hacia el papel para volcar alguna idea surgida repentinamente sobre su educación. En ocasiones prefirió el aislamiento para escribir. Abandonó las zonas más cercanas a los dormitorios, en el Hogar, para instalarse en el modesto desván, lejos de la presencia de los niños, donde podía concentrarse con mayor facilidad. SUS IDEAS; SUS VALORES. “No os damos a Dios, porque vosotros mismos debéis encontrarlo en vuestra propia alma, en un esfuerzo solitario”. “No os damos patria, porque debéis hallarla con el trabajo de vuestro propio corazón y pensamiento”. “No os damos el amor del hombre, porque no hay amor sin perdón y perdonar es una tarea ardua y laboriosa, que cada uno debe emprender por sí mismo”. “Sólo una cosa os damos: el anhelo de una vida mejor, que no existe y que existirá algún día, una vida de verdad y de justicia”. “Tal vez este anhelo os guíe hacia Dios, hacia la Patria y hacia el Amor”. ("En el Sol", 1919) Dos son los valores que caracterizan la doctrina de Korczac: el respeto por el otro y el culto a la autonomía delindividuo. Éstos fueron dos valores que predicó durante toda su vida y que se hicieron cuerpo en sus actos; en sus decisiones; en los proyectos que ideó y en el modo de llevarlos a cabo. Para él, la misión pedagógica consistía en brindar las condiciones para que el otro elija y elabore su propia experiencia. La vida es en sí misma un proceso de aprendizaje permanente o mejor, de autoaprendizaje; porque no se aprende sino de la propia experiencia. Se ve en esta convicción el reflejo cabal de lo que fue su propia vida. “Quiero que se comprenda que ningún libro ni médico alguno podrán reemplazar el vigilante pensamiento propio, la atenta mirada propia...” Enseñar era, sobre todo, enseñar a aprender. La figura del pedagogo es la de aquel que garantiza que el otro produzca, elabore y diseñe su propio aprendizaje. Korczac educa no tanto a través de los contenidos, sino a través de las formas: sus propios actos cotidianos y los sistemas de organización y convivencia que implementa en los hogares y los asilos tienen más influencia en las almas infantiles que los mensajes, los lemas, las sentencias. La figura del educando es la de un ser que en libertad, pero en condiciones difíciles, elige y toma decisiones. La libertad del que aprende es un estado lleno de dificultades; porque se aprende en las condiciones reales de la vida, que son condiciones de miseria, de guerra, de sufrimiento, de abandono, de carencia. Pero aún así, y sobre todo por ello, la misión ineludible del maestro es propiciar la decisión y la elección autónomas, para que quienes decidan en libertad aunque en apremio, sean luego consecuentes y responsables con lo que han decidido y elegido. Escribe sobre el Primero de Mayo, y explica a los niños el significado de la bandera roja, del canto revolucionario, del sentido del nuevo orden. Su peculiar lección concluye del siguiente modo: “Pero siempre sucede que alguien dice: yo no quiero, a mí no me gusta. No es no. Al que no quiere, no hay que rogarle. Los hombres de trabajo son en todas partes los más, de modo que si quieren que festejen el Primero de Mayo”.
Al observar, investigar, educar y narrar, Korczac sentía, por encima de todo, amor. Sin embargo, se cuidaba muy bien en las formas de exteriorizarlo. Era escrupuloso y estaba sumamente atento a las formas en que se manifiesta el cariño a los niños. Los niños son otros, sujetos dignos de consideración y respeto y no objeto de mimoseo de padres y maestros. Medía con atención sus sentimientos y prevenía contra el exceso y las exageraciones de ternura de padres y maestros, tan molestos para el niño y que a menudo no son más que una descarga erótica de los mayores. Con el mismo principio y la misma energía, combatió el castigo corporal. El respeto hacia el niño es la consigna básica del sistema pedagógico de Korczac. Y aunque parezca paradójico, sostenía que la protección de los derechos del niño consiste básicamente en protegerlo también del exceso de protección de los padres y tutores. Reconocía al niño el derecho a su peculiaridad,independencia y autodeterminación, e incluso reconocía su derecho a una muerte temprana. El valor que estos principios sobre el derecho de los niños poseen, no reside simplemente en lo temprano de su enunciación. Korczac fue un precursor y fue quien inauguró una arista de la moderna pedagogía, de eso no cabe duda. Pero lo que más impacta es la valentía de quien supo sostener en condiciones tan extremas como lo son el antisemitismo y la guerra, los principios de autonomía y autodeterminación de los niños. El coraje de quien pudo continuar sosteniendo el respeto del derecho infantil a elegir, en circunstancias de urgencia que imponían el imperativo social de sobreprotección del niño y legitimaban la facultad de decidir por ellos. Esa valentía, que caracterizó su peculiar modo de vivir, caracterizó también su muerte, que se nos presenta entonces como el último gesto autónomo de quien prefirió no seguir viviendo si el costo era larenuncia a su propio mundo de libertad. Ha quedado un poema de Vladislav Sczlenguel, poeta judeopolaco de Varsovia, que relata la última actitud heroica de Korczak acompañando a sus niños en el último paseo hacia los vagones de la muerte. Hoy he visto a Janusz Korczak / Con sus niños en el último tren. Vestían sus trajes impecables / como si fueran de paseo en día de fiesta. La cabeza descubierta, los ojos sin temor, / al frente de su ejército marchaba Korczak. / Asíalo del bolsillo un niño mayor / y en sus brazos portaba a dos chiquitines. / Alguien llegó corriendo, con un papel en la mano, / movióse nervioso y gruñó: / “Puede usted volver…, ésta es la nota de Brand…” Korczak nada repuso, y sólo su cabeza agitó. / A quienes traían la merced nazi, a esas mentes sin alma no quiso dar a entender, / ni siquiera intentó explicarles, qué significa abandonar a sus pequeños. / Los niños se dirigían a los vagones como si fueran a una excursión campestre en Lag Baómer . / Y ese muchachito de gesto orgulloso / sentíase hoy un verdadero soldado. / ¿Oís vecinos de allende los muros del gueto, / vosotros que miráis nuestra muerte a través de sus rejas? Janusz Korczak ha muerto para que también nosotros / tengamos nuestra propia Vesterplate .
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