Por George Chaya
Las interpretaciones extremas de las creencias religiosas envenenan a diario las mentes de millones de personas en el mundo árabe y, aunque en menor medida, también a algunos pueblos de occidente que no escapan a los tiranos mesiánicos autoproclamados sus protectores y guías. Las víctimas de esos procesos ven su existencia transformada en una terrible tragedia .
El orden, la seguridad, la paz y la armonía son características esenciales de todo Estado bien formado, de toda sociedad humana bien constituida. En cierto sentido son valores que se confunden con la propia noción de perfección. Existe armonía cuando las relaciones entre dos o más Estados son conforme a la naturaleza y el fin de cada uno de ellos. La armonía es el obrar de las cosas, unas en relación a las otras, según el orden vigente.
El orden genera la tranquilidad. La tranquilidad es la paz. No es cualquier tranquilidad la que merece ser llamada paz, sino solamente aquella que resulta del orden, de las acciones positivas y de la observancia de las normas del Derecho. La paz se relaciona con las normales relaciones sociales, sea en el seno interno de las sociedades o en las relaciones interestatales, es la justicia y la equidad, la rectitud y responsabilidad en las relaciones por parte de las autoridades de un Estado para con su sociedad civil y con sus Estados vecinos: "No puede confundirse con el letargo de las políticas irracionales, violentas o embotadas de relax o derrotismo". El orden institucional otorga a las sociedades una sensación de paz que no puede ser confundida por sus gobernantes con la inercia del estado de coma .
La finalidad de este gran ideal es encaminarse hacia niveles más elevados de la civilización, la misma civilización que hizo nacer de los escombros el mundo de hoy, como de los escombros del mundo romano nació la civilización medieval. Como sociedades que pretenden la superación caminamos hacia la conquista de este ideal, con coraje, perseverancia y la resolución de enfrentar y vencer todos los obstáculos que presentan los intolerantes, los violentos y los extremistas, provengan de donde provinieren.
Estamos lejos de menospreciar los beneficios que la civilización y la cultura brindan. Sin embargo, por la monstruosa desviación que causan los radicalismos, vivimos en una era donde la civilización y la cultura suscitan en los hombres insaciables apetitos y ambiciones, Las pasiones desordenadas convertidas en fanatismos que vacían de contenido al ser humano y lo dosifican, eliminan la frescura de la libertad y la democracia con las que uno podría saborear las moderadas satisfacciones de una vida diaria de superación para el individuo y las sociedades que integra. Las interpretaciones extremas de las creencias religiosas envenenan a diario las mentes de millones de personas en el mundo árabe y, aunque en menor medida, también a algunos pueblos de occidente que no escapan a los tiranos mesiánicos autoproclamados sus protectores y guías. Las víctimas de esos procesos ven su existencia transformada en una terrible tragedia.
Un buen ejemplo de ello es Oriente Medio y sus sociedades civiles. Los israelíes, por caso, hartos de enfrentamientos, ansiando vivir normalmente, se apaciguaron primero en el relax y el estupor cuando en mayo de 2000 sus gobernantes decidieron cederles a los terroristas el Sur del Líbano. Negociaron con sus enemigos, escaparon del Líbano y replegaron a los judíos de Gaza. Se culparon – acomplejadamente- a sí mismos del odio de sus enemigos y pusieron -curiosa y bíblicamente- la otra mejilla frente a los hombres bomba que se detonaban en sus ómnibus y restaurantes. Muchos de los gobernantes de Israel eligieron ser Atenas, como bien señaló Ari Shavit. Lo que conformó un grueso error político-estratégico de su parte. "Ellos ignoraron que para sobrevivir en el Oriente Medio, hasta Atenas debe actuar a veces como Esparta ".
Como espectador y estudioso de la región, y desde el más estricto rigor profesional, no pude disimular mi sorpresa cuando en su discurso del año 2005 escuché a Olmert dirigirse al pueblo israelí indicando frases como: "Estamos cansados de enfrentamientos". "Estamos cansados de vencer y destruir a nuestros enemigos". Desafortunadamente para Olmert y para la sociedad israelí, el primer ministro no reparó en que aquellos que se cansan de vencer a sus enemigos, normalmente acaban siendo derrotados por ellos. Esa es una de las causas por las que hoy Olmert se encuentra de cara al reproche de la sociedad israelí y, desde luego, con la espada de Damocles sobre su cabeza –el Informe preliminar Winograd .
Posiciones políticas como la de Olmert parecen incomprensibles dado el peligro terminal que puede significar para Israel el fortalecimiento de los islamistas que la rodean geográficamente.
Para finalizar, y en otras palabras: "El complejo y la culpa sumadas a la idea obsesiva por lograr la paz opera contra los dirigentes como Olmert. Los aleja de la paz. Olmert expone a sus ciudadanos y a los bienes de éstos a los peligros del islamismo jihadista y, finalmente, coloca en una zona de incertidumbre la existencia misma del Estado de Israel".
Serán estériles los gestos y retiradas, las deportaciones, los encarcelamientos, los mapas de ruta, nada de ello llevará a Israel a la vida en paz, la muestra ha sido la guerra con Hezbolá el pasado verano, y sus 3 soldados, aún en manos de los islamistas lo ratifican. "Si los terroristas islámicos son desarmados, desarticulados y vencidos habrá paz en Israel, en el Líbano, en Irak y en otros países de la región". "Si Israel se desarma, se relaja y se cansa de vencer a sus enemigos", como indicó Olmert en 2005, verá que su destino en la región será mucho más cercano al de la vieja Atenas, cuando lo que se impone, con enemigos como Hezbolá, es inclinarse por ser Esparta.
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