Por Moshé Korin
En la actividad teatral se llamaba Maurice (Moris) Schvartz y era apodado como La fuerza arrolladora del teatro judío. En otros ámbitos, o firmando autógrafos, prefería su verdadero nombre: Avrom - Moische ben - Iákov Schvartz. Había nacido en Rusia , en el año 1890, y llegó a los Estados Unidos en 1901, junto a su familia.
Maurice Schvartz en la Argentina
Antes de verlo por primera vez , ya sabía yo quién era. Las familias de
inmigrantes judíos provenientes de Europa Oriental, como mis padres ,
sentían un enorme apego por el teatro ídisch, esa “escuela para adultos”
en la definición de I. L. Péretz. Ellos no habían tenido oportunidad de
cursar estudios regulares en sus países de origen, y aquí los absorbió
la dura tarea diaria. De modo que conocieron la literatura universal , y
también la judía , a través del teatro. El teatro era una fiesta, un
lugar de reunión para familias y “paisanos” …
Por suerte, no se guiaban tanto por teorías pedagógicas, y era normal
que llevaran a los chicos al teatro. En mi hogar se veneraba a los
protagonistas de este arte, y de modo muy especial a Maurice Schvartz ;
tal vez por la temática que abordaba , o por ser , además de gran
intérprete, un hábil empresario y talentoso régisseur. Mi padre me
contaba que en 1933, en el entonces Teatro Coliseo, Maurice Schvartz
había montado una obra con casi 40 actores : “ Iosche Kalb” , de I.I.
Singer. Traía innovaciones en el vestuario y en la iluminación, que
despertaron gran interés en el ambiente teatral argentino, también fuera
del ámbito judío.
El recurso de ir prendiendo y apagando las luces gradualmente, fue
inaugurado por él en esa obra.
También incursionó en el cine. Fue insuperable su actuación en la
película “ Tevie der míljiker” (“Tevie el lechero” ), basada en la obra
de Schólem Aléijem. Durante el receso teatral del verano , se exhibían
en las salas del “ Mitre” y del “ Soleil” películas judías habladas en
ídisch. Y la que acabamos de nombrar era elegida repetidamente por un
público entusiasta.
Un suceso teatral de gran trascendencia fue sin duda, la puesta en
escena en castellano por M. Schvartz, de la obra clásica del repertorio
judío “El dibuk” escrita por Sch. An-ski, protagonizada por los grandes
actores de la escena nacional argentina Eduardo Cuitiño y Anita Lasalle,
en el lamentablemente demolido Teatro Casino de la calle Maipú y
Corrientes.
Maurice Schvartz sentía gran afición por la Escuela “Schólem Aléijem”.
La visitaba cada vez que venía a nuestra ciudad, y le gustaba conversar
con los alumnos. En una ocasión prolongó su estadía en Buenos Aires, con
su esposa y sus dos hijos, y éstos concurrieron temporariamente a la
Escuela. A menudo los padres venían a retirarlos, con lo que se
estrecharon aún más los vínculos entre nosotros.
Maurice Schvartz estuvo por última vez en la Argentina en la década del
50’ (1957). Actuó en el teatro “ Argentino, donde dirigió las memorables
obras “ Iósele Solovéi” de S. Aleijem y “Ésterke” de A. Zeitlin entre
otras, ambas coprotagonizadas por su hija Francis. Entre quienes
trabajaron con él en la que sería su última temporada en Buenos Aires,
se encontraba el actor Moris Send interpretando un rol protagónico.
Es oportuno destacar la memorable actuación de Max Berliner en el año
1946 en la obra de I. I. Singer “Familia Karnovski”, (Teatro Soleil)
interpretando al joven Iegor, hijo de un matrimonio mixto protagonizado
por Maurice Schvartz y Esther Rapel.
La sociedad de Actores Judíos de Buenos Aires recordaba siempre a
Maurice Schvartz como a su eminente maestro y amigo. Muchos de sus
integrantes formaron parte de sus elencos en Buenos Aires, en New York y
en otros sitios. A lo largo de 20 años, el maestro Simón Tenovsky Z’L
lo acompañó al piano y amenizó en la dirección orquestal, sus
actuaciones en la Argentina, en Brasil y en distintos países.
Los motivos musicales de las obras que Maurice Schvartz protagonizó,
quedaron atesorados en la memoria popular. Así, los de “ Vásertreguer”
(“ El aguatero”), “Kídusch Haschem” (“La santificación del Nombre”) y
“Der Tehílim -id” (“El judío de los Salmos”), ambas de Schólem Asch, y
tantas otras. Uno de los unipersonales más importantes que interpretó
fue, justamente, “A jázn a schíker” (“Un cantor borracho”).También fue
memorable su caracterización del “ klézmer” (“musiquero judío”) que se
despide de sus hijos en su lecho de muerte.
Podemos decir que Maurice Schvartz introdujo la musicalidad en el
teatro. Basta recordar las dulces melodías de “ Tehílim - id”, de “
Iosche Kalb”, de “Bríder Aschkenazi”, y las pegadizas tonadas de “ Bin
ij mir a schnáiderl” (“ Soy un sastrecillo” ).
Una fuerza que crece
Hubo muchos grandes actores judíos. De varios de ellos se dijo que
hubieran podido ocupar un lugar prominente en cualquier teatro del
mundo; de dos, I. Mogulesko y D. Kessler, que fueron incomparables. Pero
ninguno representó, él solo, a toda una época del teatro ídisch, como
lo hizo Maurice Schvartz.
Hay una secuencia que va de Abraham Goldfaden, el fundador, a Iákov
Gordin, el reformador; de éste a Péretz Hirschbein, creador del primer
Teatro de Arte ; y, por último, a Maurice Schvartz, que afianzó la línea
clásica.
Los comienzos no fueron simples .Como todo artista genuino, Schvartz
debió lidiar y padecer. Se inició alrededor de 1906 en la ciudad de
Baltimore, cuando aún no había cumplido 20 años. Siete años más tarde,
deslumbró en la compañía teatral encabezada por David Kessler, en la 2ª.
Avenida.
Para abrirse camino, tuvo que enfrentar la rivalidad de sus colegas. En
la obra de Iákov Gordin “Got, mench un táivl” (“Dios, hombre y
demonio”), comenzó interpretando “Jatzkl Drajme” un papel aparentemente
menor, pero de rica sustancia humana, y gracias a su talento lo
transformó en protagónico. Con el tiempo llegaría a dominar la técnica
teatral. También opuso a las concepciones vigentes su propia modalidad,
lo que le valió no pocos conflictos y reyertas.
Desde sus más tempranas actuaciones exigió que la pieza teatral en su
totalidad fuera objeto de tanta atención como el protagonista y el resto
del elenco. En ese momento, la norma era: todo para el astro, algo para
los demás intérpretes y nada para la obra en sí. (Lo mismo solía
suceder en el teatro no judío). Se cuenta que Maurice Schvartz invirtió
parte de su magro sueldo inicial en la compra de un reflector para el
teatro, pues sostenía que determinados pasajes requerían un juego de
luces.
Muy pronto se permitió desempeñar papeles que habían dado fama a grandes
figuras como Iákov Adler y Dóvid Kessler. Los celos llegaron al punto
de que el primero de los nombrados le prohibió actuar en una obra para
la que él ya se había asegurado los derechos exclusivos.
En 1912, de regreso de Estados Unidos a Polonia, la legendaria actriz
Ester Rójl Kaminska (la madre del teatro judío) relató en una entrevista
que en Filadelfia había conocido a un joven intérprete llamado Maurice
Schvartz , que era una “llamarada”, y predijo que en el futuro sin duda
daría que hablar. En ese momento, el actor apenas sobrepasaba los 20
años. Precisamente en Filadelfia había iniciado su carrera, cuando
Ánschl Schor lo contrató para la temporada 1907-1908.
El Teatro de Arte de New York
Maurice Schvartz fundó su Teatro de Arte en 1918, cuando el de
Hirschbein en Rusia hacía 10 años que se había disuelto. Por entonces,
la “Vílner Trupe” (“Compañía Teatral de Vilna” ) contaba ya dos años de
existencia, pero era muy poco conocida fuera de esa ciudad. Por su
parte, el Teatro de Cámara ídisch de Moscú, que más tarde se haría
famoso como “ Góset” , o Teatro Estatal Judío, no existía aún. Se fundó
en San Petersburgo en 1919 y pasaría a ser un teatro estable con su
traslado a Moscú, en 1921. De modo que el Teatro Judío de Arte de
Maurice Schvartz tuvo un recorrido paralelo al de los “Vílner” y al
Estatal de Moscú.
Los “Vílner” continuaron hasta su primer éxito notable con “ El Díbuk”,
de Sch. An-ski, que representaron en diciembre de 1920. A partir de
entonces se escindieron y por un par de años hubo dos y hasta tres “
Vílner”. Finalmente cesaron todos.
Al Teatro Estatal de Moscú, por su parte, se le abrieron posibilidades
como nunca antes a ningún teatro ídisch ( y quién sabe si habrán de
repetirse alguna vez.... ) Pero duró tanto tiempo como el gobierno
soviético juzgó necesario o quiso que durara .... (1948).
En cuanto a Maurice Schvartz, dirigió su compañía normalmente desde 1918
hasta 1949. Entre 1950 y 1960 anduvo por la Argentina y llegó hasta
Israel. Allí falleció, en 1960.
Su Teatro de Arte funcionó en forma regular a lo largo de 32 años.
Durante 10 años más enfrentó grandes dificultades. Ningún otro
intérprete y hombre de teatro judío llegó a cumplir semejante
trayectoria por sus propios medios; tampoco ninguna institución lo
logró. Y a la persistencia en el tiempo debemos agregar la riqueza de
los contenidos.
Dijimos que Maurice Schvartz formó su propio conjunto en 1918. Se trata
de una verdad parcial. Ese año llegó a ser director de una compañía,
pero no su única autoridad. Para su socio, lo más importante era el
éxito de taquilla, mientras que a él le interesaba el aspecto artístico.
No obstante, ya en aquella primera temporada representó “ Dos
farvórfene vínkl” ( “ El rincón remoto” ) , de Péretz Hirschbein, y “ La
profesión de la señora Warren” , de Bernard Shaw. Incluso la pieza “ El
hombre y su sombra”, con la que inauguró sus actuaciones, superaba por
su nivel artístico a todas las otras obras en cartel en el teatro judío
de New York.
Durante un lapso tan prolongado no le faltaron problemas. Para salvar a
su compañía , más de una vez debió Maurice Schvartz salir en gira. Desde
1931, Buenos Aires contribuyó en buena medida a afianzar las
posibilidades de existencia del Teatro de Arte. Pero el mayor mérito le
cupo a su director.
No todas las obras representadas fueron igualmente valiosas, ni todas
las puestas en escena de pareja importancia ; tampoco todos los papeles
que Maurice Schvartz desempeñó, tuvieron el mismo nivel artístico. Pero a
lo largo de 32 años se montaron obras de Schólem Aléijem, I.l. Péretz,
Dóvid Pinsky, Péretz Hirschbein, Ione Rózenfeld, Moische Nádir, H.
Léivik, Osip Dimov, Iákov Gordin, I.D. Berkówitz, Sch. An-ski, Aharon
Tzeitlin, I.I. Singer, A. Goldfaden; y de W. Shakespeare, M. Gorki, L.
Andreiev, A. Chéjov, Theodor Herzl, Romain Rolland, D. Merejkovski, L.
Feuchtwangler, y otros más.
Muchas de las realizaciones escénicas de Maurice Schvartz y de sus
interpretaciones como actor, pueden considerarse clásicas en la historia
del teatro ídisch. Y si hablamos de los momentos en que dicho teatro
alcanzó las más altas cumbres del arte universal, no podemos dejar de
mencionar un buen número de sus puestas y de sus personajes. Así, por
ejemplo, sus versiones de las piezas de Péretz Hirschbein, Schólem
Aléijem, I.I. Singer y Aharon Tzeitlin; y sus personificaciones de
“Tevie der míljiker”; de Dóvid Schapira en “ Schver tzu zain a id” (“ No
es fácil ser judío” ) , obra de Schólem Aléijem; de “Vélvl di
baleboste” (“Vévl la patrona” ) en la pieza homónima de Ione Rózenfeld,
uno de sus roles más logrados; Iánkl Schapschóvich en “ Got fun nekome”
(“ Dios de venganza” ), de Schólem Asch; el “ Rabí de Niéschev”, de I.I.
Singer (hermano de Baschevis Singer); y tantos otros.
Maestro y colega
El conjunto teatral de Maurice Schvartz fue un semillero de actores. Ya
en 1918 brillaban en él: Tzili Àdler, Iákov Ben-Ami, Berta Guerstein,
Jana Àpel, Muni Váizenfraind (Paul Muni) y Ludwig Satz.
También Iósef Búlov pudo ponerse en contacto con el público
estadounidense a través del Teatro de Schvartz. Maurice Schvartz sumó a
sus méritos conocidos uno tal vez más recóndito: el de su permanente
solidaridad para con sus colegas, sin escatimar tiempo ni dinero cuando
era necesario ayudar.
La vida por el teatro
Rainer María Rilke escribió que un gran poeta es sólo aquel que está
dispuesto a morir por la poesía. Seguro que Maurice Schvartz hubiera
dado la vida por el teatro. Era capaz de ensayar 24 horas seguidas,
tomando algún alimento en medio de la tarea. Se ha dicho que de no
haberse hecho actor habría elegido el oficio de “jazán”, ya que fue uno
de los que mejor modularon las melodías en el teatro judío. No faltó
quien afirmara que, en realidad, habría optado por el boxeo, dada la
contundencia con que defendía sus puntos de vista. Lo cierto es que, sin
ser intérprete, régisseur y director de teatro, no hubiera podido vivir
; y que, sin duda, por el teatro estaba dispuesto a dar la vida.
De lo contrario, cómo explicar que , a principios de 1960, se lanzara a
Tel Aviv, para formar un centro de arte y cultura en idioma ídisch, con
el teatro como núcleo. Lamentablemente, tuvo que soportar allí graves
conflictos con actores, por una parte, y con jóvenes críticos teatrales
por otra; críticos particularmente severos con él, porque en el fondo de
sus corazones persistía el rechazo al idioma ídisch ...
Podemos decir que Maurice Schvartz era una fuerza arrolladora y
necesitaba estar siempre en actividad. De otro modo no se hubiera
sentido vivo. Y entregó al teatro lo que le restaba de vida...
Quienes lo trataron en esa última etapa, recuerdan las emociones
contradictorias que lo embargaban. Por un lado, el éxito más completo:
nunca ningún teatro en Éretz Israel había convocado tanto público como
su versión de la obra “ Iosche Kalb” , de I.I. Singer; y por otro, los
temibles ataques de jóvenes críticos hebraístas (uno de los cuales no
había tenido empacho en afirmar que “con el ídisch se marcha a Maidánek y
a Treblinka, mientras que con el hebreo se construye el país ...”). A
pesar de su salud quebrantada, Maurice Schvartz estaba dispuesto a abrir
un debate público sobre el tema. Pero lo sorprendió la muerte en ese
mismo año, el 10 de mayo de 1960, en Tel Aviv. Sus restos fueron luego
trasladados al sector del Teatro Idish del cementerio judío de New York
en el barrio de Queens.
Siempre en el recuerdo
Fue un pionero del teatro judío y un gran señor de la escena. Desde que
nos dejó, no ha habido otro con su obstinación, su fuerza, su talento.
Nadie ha intentado crear un teatro de arte, estable y profesional, en
idioma ídisch. Su lugar quedó vacío.
Después de su muerte, en New York, en su modesta vivienda de la Calle
10º , siguieron por un tiempo, su viuda y sus dos hijos: Menájem y
Féiguele. Mientras Menájem estudiaba ingeniería, no olvidaba el teatro
ídisch: actuaba en la “Fólksbine”, el elenco del “ Arbeter Ring” (la
Unión de Trabajadores Judíos de New York), donde también se desempeñaba
como régisseur técnico; y en la radio judía. En cuanto a Féiguele, fue
por varios años la intérprete del importante papel femenino en la pieza
de P. Chayefsky “El 10º hombre”.
Quisiera creer que en algun momento habrá de erigirse un doble monumento
al gran clásico del teatro ídisch: por una parte, un libro con su
biografía, y por otra, el Museo Maurice Schvartz en alguna institución
de la comunidad.
Entretanto, para mantenerlo vivo, sólo nos resta recordarlo
permanentemente.....
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