Por Diego Schleifer
Israel, que siempre ganó en el campo de batalla y que parece haber encontrado la forma de disminuir casi a cero el terrorismo dentro de sus fronteras, no sabe cómo hacer para ganar la actual guerra, tal vez, la más importante: la guerra de la opinión pública mundial.
Cualquier persona que haya estado en el exterior, no importa en dónde, o que tenga la mínima noción de lo que sucede en el ambiente internacional puede darse cuenta de lo indiscutible, la opinión pública mundial está mayoritariamente en contra de Israel.
¿Cómo es que países como por ejemplo Irán, que reprimen fuertemente a
su población, o Sudán, que masacra al que es distinto, gozan de mejor
imagen que el Estado de Israel? ¿Cómo puede ser que de ser un pueblo
perseguido, masacrado, expulsado, sin tierra, nos transformamos a ojos
del extranjero en un país conquistador, perseguidor y con derecho a
existencia en duda? ¿Cómo es que miles de misiles sobre la población
civil, atentados sangrientos en autobuses y más terror a cambio de
desocupación de territorios no conmueven a nadie?
La respuesta está en nosotros mismos o en nuestros dirigentes, que en
su afán por satisfacer siempre a Estados Unidos se olvidaron que si
bien es la gran potencia, el mundo es mucho más que ello.
Israel abandonó sectores enteros del mundo, analizó e interpretó
erróneamente culturas ajenas mientras que los grupos terroristas,
asesinos por naturaleza, gozan cada vez de apoyo más creciente.
¿Cómo es que grupos de izquierda de América latina, que sufrió años de
dictaduras salvajes, represión y prohibición del ser, apoyen a grupos y
países autoritarios que no están muy lejos en su modus operandi que el
de aquellas dictaduras como lo son Hezbollah e Irán?
Otra vez la respuesta está en nosotros, que fallamos en explicarle al
mundo que somos un país de inmigrantes, un país que recibió exiliados
de todo el mundo, un pueblo que recibió un territorio desértico y lo
transformó en un país completamente productivo, que siempre quisimos y
siempre perseguimos la paz, que a nosotros nos atacaron el mismo día
que declaramos la independencia, que veníamos de una masacre… El
habitar esta tierra era nuestra última oportunidad de seguir
existiendo, ya habíamos perdido todo, sólo queríamos vivir… No nos
quedó otra alternativa que responder con violencia a la violencia.
¿Qué piensa, por ejemplo, un latinoamericano cuando ve por TV soldados
en un puesto de control? Inmediatamente le pueden venir a la cabeza
recuerdos de generales secuestradores, aprovechadores, dictadores
borrachos tomando determinaciones asesinas, mientras sus “colimbas”
hacen su trabajo, corren, barren y limpian.
Es nuestro trabajo explicarles que el ejército de Israel, es muy
distinto. Es un cuerpo conformado por oficiales de 20 o 21 años, hijos
nuestros o del vecino o del compañero de trabajo. Un ejército
conformado por niños que sólo quieren volver a casa lo antes posible,
un ejército de gente, un ejército de humanos que nada tiene que ver con
aquellos oscuros ejércitos latinos. Ejército del pueblo, la gente hasta
los 45 años deja por un mes su vida, sus comodidades y su familia para
servir en sus filas, para estar en igualdad de condiciones, así sean
abogados, periodistas, jueces, lavaplatos o estudiantes universitarios.
Es nuestro trabajo explicarle al mundo que no tenemos otro lugar a
dónde ir, que no tenemos un ejército de máquinas sino de humanos, que
solo queremos vivir, que no somos perfectos, ningún país lo es, pero
que el nivel de conciencia pública y de discusión de cómo mejorarnos es
muy elevado.
Que tenemos valores, que queremos paz, que queremos justicia, que no
nos gusta ver que otro pueblo sufra, que nos duele la opresión del otro
pero que el otro es oprimido por su propio liderazgo, que no lo deja
encontrar el camino de la paz.
Hay que explicarle al mundo la verdad, que somos familias, obreros,
camioneros, dentistas, vendedores, técnicos, maestros, que somos gente,
que nadie más que nosotros quiere la paz, porque sabemos que ella
mejorará nuestras vidas y la de todos.
Hay que explicarle al mundo lo que pasa, mostrarnos tal cual somos, y entonces tal vez vean la verdad, tal cual es.
Por Semana.co.il
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