Por Moshé Korin
En la Biblia hay prohibiciones terminantes y categóricas con respecto a la adoración de los astros, ligada a la magia y hechicería. Para evitarlo estaba excluido en la antigüedad bíblica el estudio del cielo. Por ello, en esa remota época de la historia judía, estaba a la zaga en Israel el desarrollo de las ciencias naturales, especialmente la astronomía, muy adelantada en Babilonia.
En Deuteronomio,VI, 19 se estatuye: “ No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas y todo el ejército del cielo, seas impulsado y te inclines a ellos y les sirvas…” Similares conceptos se repiten en Deuteronomio XVII, 2-5). Esta ley fue dictada unos mil años antes de la era común; o, quizás, al ser “descubierto” el libro del Deuteronomio en el Templo por los sacerdotes del Rey Josías, poco más de 600 años antes de la era común. Transcurrieron varios siglos y el pueblo judío entró en contacto más estrecho con lo que podía llamarse hace dos mil años, la cultura occidental, de Grecia y Roma, en contraposición con la mesoriental, hebreo-egipcio, mesopotámica. Hubo fuertes influencias recíprocas, conocidas actualmente con el término de aculturación. A raíz de este hecho surgieron varios estudiosos judíos, con su pensamiento profundo y capacidad analítica, que supieron distinguir entre el estudio de la naturaleza y del cielo, por un lado - como elemento útil y hasta imprescindible - de la adoración y divinización de esos elementos que rodean al hombre. Su espíritu alerta y emprendedor les indicaba que debían aceptar primero el estudio de la ciencia y rechazar lo segundo, verbigracia, la idolatración de los fenómenos de la naturaleza, por supuesto, también los astros. ¿Quién era Rabí Iehoshúa Ben Janania? Uno de los más insignes de estos estudiosos, en el siglo I de la era moderna, fue sin duda alguna Rabí Iehoshua Ben Janania, uno de los alumnos predilectos de Rabán Iojanán Ben Zakáy, quien lo acompañó en la fundación de la Academia de Iavne, apenas destruido el Templo (año 70, e.c). Él fue uno de los principales propulsores de la mencionada academia y figura descollante entre los más grandes eruditos de su época en leyes judías. Rabí Iehoshúa Ben Janania vivió durante el primer siglo de la era común, presumiblemente cerca de medio siglo antes de la caída del Segundo Templo y una o dos décadas después. Fue una verdadera luminaria de Israel, siendo uno de los tempranos colaboradores del Talmud; hombre de concepciones no rigoristas en la aplicación de la ley, lo que hoy denominaríamos liberal. Era, además, un distinguido políglota; se deduce de sus discusiones con gentiles que conocía perfectamente el idioma de éstos; presumiblemente el griego, el latín, y algunos idiomas semitas. Ben Janania era un gran matemático y muy versado en astronomía y ciencias naturales. De acuerdo a observaciones hechas por Rabí Iehoshúa, daría la sensación que tenía conocimiento de un astro raro y huidizo, probablemente un cometa, no registrado en la astronomía de aquel entonces. Parece que los movimientos excéntricos de esos astros atrajeron su atención y según lo que se verá más adelante, Ben Janania habría recurrido a sus conocimientos matemáticos, para estudiar retrospectivamente la periodicidad de anteriores apariciones de aquel astro, llamado cometa. Él la habría encontrado y hasta supo predecir con anticipación su retorno, según se relata en el Talmud. Los Cometas a Través del Tiempo Como se sabe, los cometas son cuerpos siderales tan misteriosos como fantásticos, lo que ha dado motivo que, en torno a los mismos, se tejan numerosas presunciones fantasmagóricas. Según opinión de algunos astrónomos, los cometas serían los únicos mensajeros interestelares, que se aventuran a franquear abismos siderales entre dos o varios sistemas solares y hasta galaxias, salvando a menudo distancias que resultan fantásticas. Sus trayectorias hiperbólicas, las que resultan incomparablemente más estiradas para el mismo concepto fabuloso de las orbitas planetarias. Cabe reconocer que algunos de ellos no vuelven periódicamente. El aspecto extraño y misterioso de estos astros, la espontaneidad de su aparición y desvanecimiento en el cielo, su forma excéntrica, ha creado en la imaginación popular creencias, que los asimilan a presagios funestos, a tal grado, que la visión de tal o cual cometa, ha estado caracterizado por exteriorizaciones de terror y pánico. Se creyó con insistencia que la aparición de un cometa, significaba inevitablemente una señal del cielo que indicaba la muerte próxima de algún insigne personaje, o el anuncio divino de algún gran desastre. Las falsas profecías sobre el fin del mundo se atribuyeron en más de una oportunidad a la aparición de un cometa. Flavio Josefo y Plinio describen un cometa que apareció durante el terrible sitio de Jerusalem por Tito (año 70 e.c). Ovidio, terminaba una de sus grandes obras, ligando la muerte de César a la aparición de un cometa que, según el célebre historiador y poeta latino, no era otra cosa que el alma del famoso dictador que se dirigía al cielo. Aparecieron también cometas a la muerte de Constantino, Atila, Mahoma, Felipe Augusto, Napoleón, y muchos más. Aún se recuerda el sentimiento de angustia y terror que experimentaron ciertos círculos de la humanidad al aparecer en 1910 el célebre cometa “Halley”, pese al hecho que estábamos en pleno siglo de la razón y que la época del misticismo y la superchería estaban ya distantes. Hace por lo menos tres siglos que se ha introducido en la ciencia moderna el estudio de estos astros fugitivos, lo que explica el fenómeno de su aparición y existencia a entera satisfacción. Sin embargo, el campo de la investigación esta abierto aún para revelarnos numerosos secretos adicionales. El fugitivo cometa “Kohoutek” nos visto en enero de 1974 sin angustias, pero no con menos expectativas. Anotemos que el astrónomo británico Halley, descubre para la ciencia moderna el mecanismo de la periodicidad de los cometas, el que, al parecer, ya era conocido en cierto modo, a principios de la era común, por Ieoshúa Ben Janania. En 1705 Edmond Halley predijo que un cometa, más tarde denominado en su homenaje con su nombre, aparecerá en 1759. Pese al hecho que el eminente astrónomo dejó de existir en 1742, el cometa no se hizo esperar en la fecha señalada. De tal modo quedó demostrada la periodicidad de los movimientos de algunos cometas, llamados por este hecho, periódicos. Janania y el cometa Halley Aquí podemos hacer reingresar en escena a Rabí Iehshúa Ben Janania, teniendo siempre presente que él vivió poco menos de 700 años antes de Halley. El gran historiador judío Enrique Graetz se refiere con ciertos detalles a este tema en su “Historia de los Judíos”, según se puede leer a continuación: “Iehoshúa era no solamente versado en la tradición; parece haber tenido nociones de astronomía y hasta supo calcular la marcha irregular de un cometa. Esta ciencia le fue muy útil en uno de sus viajes. Habiéndose embarcado un día con Gamliel, llevó consigo más víveres de los que se necesitaba normalmente para aquel viaje” “El capitán, engañado por una estrella, dio una falsa dirección al barco que navegaba sin llegar a destino. Gamliel agotó sus provisiones y se extrañó de ver que su compañero de viaje, tenía aún cantidad suficiente para cederle una parte. Iehoshúa le relató entonces, que habiendo previsto por sus cálculos el regreso durante ese año de una estrella que aparece cada setenta y tantos años, e induce a error a los navegantes desprevenidos, había tenido la preocupación de abastecerse de abundantes víveres.” El mismo historiador nos relata, que Gamliel era sucesor de Rabán Iojanán Ben Zakay, como patriarca, y que Iehoshúa era uno de los más brillantes discípulos de Ben Zakay y uno de los más célebres eruditos de la época. No conocemos exactamente la fecha de la aludida travesía, pero sí la época en que vivieron Ben Zakay, Gamliel y Iehoshúa. Refiriéndonos al historiador Graetz, éste presume que Ben Zakay debió haber ejercido sus funciones de patriarca, unos diez años aproximadamente, habiendo ocupado su elevada magistratura en el año setenta, a la caída de Jerusalem, cuando ya era anciano. Es decir que Gamliel habría sido ungido patriarca alrededor del año 80 de la era común. El cálculo parece resultar, ahora que lo sabemos,sumamente fácil. Ya hemos visto que el cometa “Halley” (presumiblemente observado y calculado por Ben Janania) hace una revolución completa, en torno a su estirada órbita elíptica, en 76 años. Ello significa que en 1900 años hace 25 revoluciones exactas. Vale decir que si apareció en 1910, se vio en el firmamento también en el año 10 de la era común y también en el año 86, época en que ejercía su magistratura Rabán Gamliel, y también fecha aproximada del presunto viaje de éste con Rabí Iehoshúa, cuando se habría producido la aparición del aludido astro, que éste supo prever e interpretar. Al cometa “Halley” se lo observó por última vez en el año 1986, en las cercanías de la órbita de la tierra. Incógnitas Ahora caben las preguntas acuciantes:¿ Acaso Rabí Iehoshúa Ben Janania previó, o descubrió, la existencia del ahora llamado cometa “Halley”, unos diez y siete siglos antes de que este astro se incorporara a la teoría de la periodicidad de los cometas, como así también, antes de que esta misma teoría fuese formulada por Halley? ¿ Acaso aquel ilustre sabio de la ley judía conocía, o cuanto menos intuía, estas leyes y estaba iniciado de alguna forma en la mecánica celeste, cuyo conocimiento se inició oficialmente para la ciencia con Kepler, Copernico, Galileo y Newton muchos siglos más tarde? De una cosa no cabe duda. Que existen en la historia judía vetas valiosas, aún del todo no estudiadas, que abarcan también el campo de las ciencias puras, que vale la pena rastrear e investigar, lo que posiblemente nos deparará resultados gratamente sorprendentes.
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